-El esloveno arrebata la maglia rosa a Geraint Thomas en la cronoescalada del monte Lussari y hoy se coronará en Roma.

Las musas emergieron del fondo de la laguna de la Planche des Belles Filles para conducir en volandas a Primoz Roglic (Jumbo) al triunfo en el Giro de Italia. La magia no conoce fronteras. Tres años después de la mayor derrota imaginable, el ciclista esloveno, empujado por una multitud de paisanos, arrebató la maglia rosa a Geraint Thomas (Ineos) en la cronoescalada al monte Lussari, una subida tan irreal como aquel Tour perdido el último día a manos de Pogacar.

Pero nada es un cuento de hadas cuando el protagonista es Roglic. Su camino es la vida real, una carrera de obstáculos. Ayer, cuando volaba ensimismado hacia la victoria en el corazón de la subida, se le salió la cadena. Pie a tierra. Ese ingenio de plato único y desarrollos inauditos, probado la víspera en las Tres Cimas de Lavaredo, estuvo a punto de costarle el triunfo. Pero la maglia rosa era su destino inexorable, reemprendió la marcha ayudado por su mecánico y logró un triunfo que le otorga la paz definitiva. A los 33 años.

Porque Roglic había vuelto a ganar después de aquella derrota tremenda en Francia. De hecho, se ganó el respeto unánime del mundo del ciclismo por cómo se levantó. Apenas 15 días más tarde, ganó la Lieja-Bastogne-Lieja, la decana de las clásicas, y, a continuación, la Vuelta a España, dando muestras de una fortaleza mental impresionante. Nunca había dejado de ganar, pero la cronoescalada del monte Lussari le ponía frente a todos sus fantasmas, por la endiablada similitud con aquella de la Planche des Belles Filles: un largo tramo llano, cambio de bici y un muro final.

El esloveno fue de menos a más. Llegó a la par de Thomas al inicio de la subida. Pero en los 7,5 kilómetros de pista de cemento que conducen al nido de águilas del monte Lussari, a un paso de Eslovenia, fue una apisonadora. A tres de meta, 16 segundos recortados, más de la mitad de la renta. El inicidente mecánico sucedió nada más superar ese punto. Parecía fatal. Pero tres kilómetros en esa pista infernal equivalen a todo el Giro de Italia. Había margen para la recuperación. Aún lejísimos de meta, a 800 metros para la llegada, Roglic sacaba 29 segundos a Thomas y ya era maglia rosa -salió con 26 de desventaja-. En la cima, 40 segundos para ganar el Giro por 14.

Thomas cambió de casco

Los ciclistas cambiaron de bici antes de la subida. Sorprendió que Geraint Thomas cambiara también de casco. Se permitió tres o cuatro segundos de calma para ello, con la flema británica de quien toma el té de las cinco en el Reform Club del número 104 del Pall Mall. Perdía apenas dos segundos en ese punto y tener los nervios templados no parecía mala cosa para afrontar la subida decisiva.

No pudo con ella. Con el culote blanco de sal del sudor, el galés no encontró la forma de someter esas rampas de cemento rugoso. El problema mecánico de Roglic le devolvió todas las opciones, pero en el tramo final no tuvo respuesta. Del segundo punto intermedio a meta cedió 24 segundos; Joao Almeida (UAE) se dejó diez. Ahí se le fue el Giro.

Para conseguir la maglia rosa, Roglic fue a elegir el escenario perfecto. Los Alpes Julianos, a un paso de Eslovenia, las montañas donde empezó a volar. Antes de ciclista fue saltador de esquí y aprendió el oficio a base de golpes. Pero ayer nada le iba a arrebatar el triunfo. El destino estaba escrito desde hace tres años en aquel lago misterioso de la montaña de los Vosgos. La victoria, esa bella dama, se le apareció de forma apoteósica. Roma le espera.