-El fotógrafo incluye su primera escultura en una muestra con imágenes inéditas realizadas en los dos años de pandemia

En un paso consecuente con su obra, el fotógrafo Chema Madoz (Madrid, 63 años) entra en la tercera dimensión. Incluye una escultura entre la treintena de imágenes inéditas que muestra hasta finales de junio en la galería Elvira González de Madrid. La incertidumbre y la fragilidad que ha evidenciado la pandemia se filtran en unas imágenes realizadas entre 2019 y 2021, con burbujas atravesadas por alfileres, castillos de naipes andamiados, una escalera hecha de columpios, una oreja coronada de espinas o un zapato/ataúd que deja ver unas piernas.

A caballo entre el azar y la reflexión, Madoz sigue explorando con su humor surrealista los múltiples significados poéticos y ocultos de los objetos que retrata. Como siempre, lo hace en blanco negro, aunque esta vez hay una doble excepción que además de color aporta volumen. Una chimenea de salón que toma la apariencia de un teatro gracias a una cortina roja iluminada cenitalmente y que es la primera escultura de Madoz.

«Todas mis imágenes tiene cierta calidad escultórica y teatral, de modo que dar este paso tiene lógica» dice uno de nuestros fotógrafos más internacionales y apreciados. «Las fotos no son un mero registro; elevan el objeto a otro estatus y ocurre lo mismo con esta chimenea, que convierte algo doméstico en espectáculo», añade. «Es la mirada del otro la que enriquece tu trabajo», asegura.

«Aquí prima una idea de incertidumbre, de fragilidad que refleja el momento en que vivimos, aunque mi intención no era trabajar sobre la pandemia», dice Madoz de unas fotos que abundan en su peculiar y sugestivo juego con los objetos que inició en los años noventa y en el que nunca ha cejado. «Para mí es más fácil expresar esa fragilidad con objetos que con humanos», asegura un maestro de la fotografía que apenas ha realizado algún retrato. «El personaje es para mí un terreno movedizo; el del objeto es mucho más concreto», se justifica.

En su ilusionismo fotográfico es relevante el humor, «que se hace más necesario que nunca y se agradece en estos momentos», y que combina «con la reflexión y el azar». «Mis imágenes son casi siempre deudoras de la reflexión, pero me alío con el azar que siempre aporta algo», agradece.

Como es habitual, tanto la muestra como sus cautivadoras imágenes carecen de título. «Es un ejercicio que tiene que ver con el respeto a la inteligencia del espectador, a quien no hay que dar más pistas que las que proporciona la imagen. Las fotos invitan a una lectura personal que me permite apropiarme de otras maneras de mirar», señala el autor de unas fotos que cuestan entre 3.000 y 16.000 euros.

«La promiscuidad para mí reside en el objeto, no en la mirada. El objeto tiene un facilidad espacial a la hora de interrelacionarse con otros objetos. A partir de esa promiscuidad surgen conceptos o ideas, que para mí es la particularidad de descubrir algo que estaba escondido o latente», concluye.