En los tiempos de Twitter un relato de 140 caracteres no es una rareza. Pero el microrrelato no es exclusivo de la era digital. Es un género con mucha historia en nuestras letras y con un ‘padre’, Juan Ramón Jiménez, pionero convencido de que «el arte es quitar lo que sobra». Hace algo más un siglo algunos de los autores más osados exploraban nuevas vías y facturaban micronarraciones de apenas unas líneas que cabrían hoy en la pantalla de un móvil. El filólogo Darío Hernández ha fijado su atención en esos pioneros y reúne 39 textos de 15 autores en ‘Un centímetro de seda’ (Menoscuarto ediciones).

Esta antología del género en español sitúa sus orígenes entre modernismo y las vanguardias, periodo en el que Hernández es especialista y que él mismo enmarca entre la primera visita a España de Rubén Darío, en 1892, y la caída de la Segunda República en 1939. Años en los que una quincena de autores muy heterogéneos, de intereses, ideologías y trayectorias muy dispares, se sintieron cautivados por estos ejercicios de alta concentración literaria que hacen bueno el centenrio aforismo de Gracián: «lo bueno si breve, dos veces bueno»

Poetas como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Jorge Guillén, o Gerardo Diego. Futuros cineastas como Luis Buñuel, dramaturgos como Enrique Jardiel Poncela y escritores y ensayistas como Ramón Gómez de la Serna, Francisco Ayala, José Bergamín, Ernesto Giménez Caballero, José Moreno Villa, Antonio Espina, José María Hinojosa, Benjamín Jarnés o Samuel Ros.

Son precursores y pioneros de una narrativa breve que dejó de ser una rareza a lo largo del siglo XX y que tomó carta de naturaleza frente al aforismo, otro género breve clásico y milenario. Hernández rescata piezas poco conocidas de figuras de la cultura española del siglo XX y que brillan en unos textos desatendidos por la crítica y casi nunca disfrutados por los lectores.

No es casualidad que el género germinara en un momento de cambios radicales y de profunda renovación en la literatura española, que en el tránsito del XIX al XX afronta una de las etapas más brillantes de su historia. Tras la depresión global del 98 eclosiona la poderosa savia de la generación del 27, una etapa que hoy conocemos como la Edad de Plata de la cultura española.

Efervescencia

Y es en ese tiempo efervescente donde Hernández sitúa el nacimiento del los relatos mínimos como género. Se rompen fronteras y límites, se superan las etiquetas de narrador o de poeta y participan en un juego creativo de innovadores recursos literarios, en el que caben «la fantasía, el humor y la intertextualidad» según Hernández.

La disparidad de los autores se traslada a sus textos, un rica miscelánea donde cabe casi todo. Juan Ramón Jiménez,-«el verdadero iniciador de los microrrelatos en nuestro país» según Hernández-, abre la antología con cuatro textos datados entre 1906 y 1926, contaminados por su poesía y fieles a su máxima: «arte es quitar lo que sobra». La cierra Francisco Ayala con un ocurrente texto de juventud, ‘Susana saliendo del baño’, datado en 1928.

Ramón Gómez de la Serna, padre de la Greguería que tanto tiene de celebración de lo micro, se muestra fiel a sí mismo y asume su condición de ‘micrómano’ que factura también microensayos -Gollerías, les llama- y cuentos mínimos -Caprichos-. José Moreno Villa, otro adelantado del género que publicó en 1918 ‘Cuentos, caprichos, bestiarios, epitafios y obras paralelas’, demuestra que el relato histórico también puede ser micro. Descubrimos al Federico García Lorca más surrealista en ‘Telégrafo’, ‘Árbol de sorpresas’, ‘Juego de damas’ y ‘Nadadora sumergida’. Como su amigo Luis Buñuel, que lejos aún de consagrase como inquietante cineasta, sueña con ser escritor y hace malabarismos con el subconsciente, los símbolos y el anticlericalismo. En un registro parejo se mueve Ernesto Giménez Caballero que se aproxima a ellos con un texto onírico plagado de neologismos.

Sorprende José Bergamín, maestro del aforismo, que brilla con ‘Herodes’ dando una truculenta vuelta de tuerca del mito de los Reyes Magos. Antonio Espina hace lo propio con una estampa popular. Enrique Jardiel Poncela entra del lleno en el género con ‘Pirulís de la Habana (lecturas para analfabetos) del que se recuperan varios textos. Benjamín Jarnés abunda en su lirismo, como Jorge Guillén, mientras que el humor es el arma narrativa de Samuel Ros y José María Hinojosa juega con su conciencia literaria.

El denominador común de todos es el afán de desbrozar nuevas sendas para una literatura empeñada en superar el realismo garbancero y los folletones. Dar con nuevas y más sugerentes formulaciones literarias que conectaran con lo que se cocía en otras latitudes literarias. «La preferencia por los textos cortos no afectó solo a la narrativa, sino a todas las expresiones prosísticas, y se extendió a la totalidad de los géneros literarios, de la lírica al teatro o prosas de ideas» recuerda Domingo Ródenas en el prólogo.

Se aviva así en interés por formas antiguas como el aforismo, la semblanza o el cuadro dramático «por lo que puede hablarse con propiedad de una ‘estética de la brevedad’ que encuentra su mejor testigo en la prensa de la época».

Ficha:

Título: Un centímetro de seda. Antología del microrrelato español. Orígenes históricos: Modernismo y Vanguardia. Edición de Darío Hernández

Editorial: Menoscuarto ediciones. Colección reloj de arena.

Páginas: 104

Precio: 13 euros.